El título de esta magnífica obra de Dickens suele traducirse como "Grandes esperanzas", pero yo diría más bien que sería más acertado llamarla "Grandes expectativas". Como en la mayoría de novelas de Dickens, los elementos autobiográficos son presentes de manera palpable, y el protagonista vuelve a ser un niño huérfano, Pip, o casi huérfano del todo, pues vive con su hermana y su tío que trabaja de herrero en una pequeña población. La narración arranca con una escena de la más extraña: un convicto, escapado de su castigo en unas galeras, le pide al bueno de Pip mientras éste está en el cementerio que le traiga comida o lo matará en cuanto se lo vuelva a encontrar. Durante las primeras ciento cincuenta páginas Dickens nos habla de Pip, de sus sentimientos de inferioridad y de su amistad con Joe, su tío, y su admiración por Estella, una chica de gran belleza y no menor arrogancia que vive con una mujer rica y vieja que nos es descrita como muy amargada. Cuando...
Para literatos aburridos, padres de familia con inquietudes y michelines, chavales pajilleros llenos de mocos y algún que otro editor despistado. Si habías pensado alguna vez que la buena literatura era un rollo es porque no habías leído a Philip Roth.