He estado ausente mucho tiempo, demasiado quizá, puesto que mi situación personal es un tanto complicada y una de las consecuencias de ello es que no he tenido ganas de escribir en el blog. De hecho, mi última novela, para la que tanto mi agente como yo estamos buscando editor, la acabé de redactar hace dos años y desde entonces tan solo he comenzado algunas páginas de diversas ideas que me rondan la cabeza pero he preferido no escribir. Pero eso me ha permitido, entre otras cosas, leer muchas horas, pasarme mañanas enteras y las tardes en que no me tocaban niños disfrutando de la literatura y de algunos ensayos más que interesantes. Prácticamente me he leído un libro a la semana durante los últimos seis meses, y creo que ahora que estoy más tranquilo y tengo un poco más de ganas de escribir, vale la pena echar la vista atrás y hacer unas cuantas reseñas de lo más interesante que he tenido la suerte de leer.
Lo primero que os traigo aquí es una joyita que me encanta presentaros, pues da la casualidad que la autora y yo fuimos compañeros de escuela y de barrio, amigos y en algunos momentos hasta confidentes, durante nuestra infancia y adolescencia. Luego cada uno siguió su camino, pero me bastó con leer las primeras páginas para que multitud de recuerdos me vinieran a la cabeza y que me pareciera, por momentos, como si hubiera retrocedido en el tiempo y todavía me encontrara a mediados de los años noventa. Aunque mi vinculación con la autora es notoria, que nadie se llame a engaño: la calidad del libro es indiscutible, y, por encima de todas sus virtudes, hay una que es muy llamativa: su valentía, su descaro, su arrojo, sus...por decirlo de una manera clara y llana, sus ovarios para hacer lo que hace en este libro.
Cuando yo escribí mi novela "El verano de los náufragos", me planteé cambiar nombres, situaciones, mezclar realidad y ficción, y que quien lo leyera tuviera la impresión de que muchas de las historias allí narradas podían haber sucedido, sin saber cuáles habían acaecido realmente y cuáles no. Quizá lo hice por cierto sentimiento de vergüenza, por cierta timidez o porque no deseaba desnudarme directamente delante de quien me leyera. A Pamela esto le importa un pimiento, y lo hace desde la primera página. Su padre muerto demasiado pronto, sus amigos de la escuela, sus primeros ligues, sus aventuras, sus salidas nocturnas, sus romances y sus pequeñas y grandes locuras aparecen aquí escritos con una voz fresca, descarnada, llena de matices unas veces, pero dura y cruel otras, diciendo las cosas como son o como las vivió, pero nunca como le hubieran gustado que fueran o como a los timoratos y bienpensantes lectores de otro tipo de autores les gustaría que se las contaran. Y esto, además, lo hace siendo mujer y madre, lo cual es doblemente de alabar, porque, aunque no nos guste, en este país y en la mayoría de países, un señor con barba, bigote o pelo en los huevos puede decir lo que le dé la gana y quedarse tan a gusto, pero una señorita, señora o madre debe depilarse las axilas, las ingles, oler a rosas y mear hidromiel.
No, este no es un libro cómodo de leer, a pesar de estar bien escrito y teñido de frescura y momentos de lo más divertidos. Este es un libro duro, no apto para mentes mojigatas o políticamente correctas, que mete el dedo en la llaga en muchas de las cosas que la generación de la que formamos parte Pamela y yo hemos sufrido: los amoríos y desamores, las verdaderas y las falsas amistades, la explotación laboral, las farras y sus consecuencias, la pretendida superioridad moral de los que se sientan en despachos y dirigen a decenas de trabajadores sin tener ni puta idea de cómo se escribe un simple mail, y mil cosas más que me dejo en el tintero porque no quiero hacer spoilers innecesarios.
El libro engancha y, en mi caso, al conocerla personalmente, me fue fácil identificar a personas, momentos, situaciones y quién se esconde realmente tras algunos personajes. Ésta no es una obra de ficción, pero tampoco es una autobiografía al uso. Es algo más. Es un retrato generacional, una especie de fresco histórico de cómo éramos y cómo hemos llegado a ser como somos las generación que nació con la democracia. Quizá esperábamos algo más de lo que hemos conseguido, y quizá no hubiera sido necesario darse tantos cabezazos contra la pared como los que se da Pamela y cómo los que me di yo, pero, qué coño, si la vida fuera fácil no habría historias tan buenas como este "Sincericidio" para leer.
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