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Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y Saavedra

Hoy vengo a presentaros una novela que parece que no debería tener presentación alguna, que (según algunos críticos) todo el mundo debería leer, o que (según otros), es la mejor novela de todos los tiempos. Yo no acabo de estar de acuerdo con ninguna de esas dos apreciaciones, y, aunque es probable que no tenga razón, no dudo de su gran valor como novela, ni de que es un clásico universal e imperecedero. ¿Hace falta recordar aquello de que es la obra con más traducciones y ediciones después de la Biblia para reconocer su valor? No, supongo que no. Pero vamos a comentar algunas cosillas que, desde mi punto de mi vista, matizan su valor, unas veces realzándolo y otras no tanto.

Para comenzar, os diré que yo sí que me he leído el Quijote, y no por obligación escolar, sino por curiosidad y por gusto. Tengo tres ediciones del Quijote en casa: la primera es un tocho de kilo y medio de papel, tapa dura e ilustraciones de algún autor decimonónico -eso parece por el estilo, pero igual me equivoco-, impresa en 1970 por la editorial Petronio de Barcelona. Es la edición que tenían mis padres en casa y la primera que leí allá por 1999, cuando iba a comenzar mis estudios universitarios y apuntaba en los márgenes de las hojas las palabras que desconocía para buscarlas después en un diccionario (menuda pereza, nunca lo hice). La segunda es una edición que compré hace dos años de la editorial Vicens-Vives en dos tomos, muy didáctica, con un estudio introductorio y muchísimas notas a pie de página, unas veces a modo de aclaración semántica y otras para poner en contexto el nombre de los muchos caballeros andantes, príncipes, reinos imaginarios y personajes reales que aparecen en el libro. Esta edición la leí hace año y medio en un momento muy duro de mi vida. La edición es muy buena, y además cuenta con unas ilustraciones de un autor búlgaro llamado Svetlin que me gustaron mucho. La tercera es la edición en alemán que mi padre compró con sus ahorrillos en la Alemania de los años 60 a la que tuvo que emigrar, y, aunque me defiendo en alemán, creo que esta edición no me la voy a leer.

La primera vez que leí el Quijote era un pipiolo, y lo leí rápido, sin profundizar demasiado. Me gustaban las palabras arcaicas, quería incluirlas en mis poemas (sí, los pipiolos acostumbramos a escribir poemas, bastante malos, por cierto), y no acabé de entender demasiado bien a los personajes ni me atreví a realizar crítica alguna a la obra. Ahora que rondo los cuarenta, tengo tres niños, estoy separado y bastante jodido sí que me atrevo a realizar algunas objeciones. Para comenzar, la primera parte y la segunda son bastante diferentes. Me gustó mucho más la segunda. En la primera, tal y como nos cuentan en el estudio introductorio, Cervantes intercaló historias y pequeñas narraciones dentro de la novela que, a mi entender, distraen de la trama y aportan más bien poco, pero que, en el momento en que se escribió y publicó la novela, se consideraron que aportaban calidad al texto. También, tal y cómo se comenta en una nota a pie de página, Cervantes comete un error de coherencia en el texto cuando habla del rucio de Sancho Panza, el cual no se sabe del todo si se lo han robado, lo ha recuperado, o nadie lo ha tocado en todo el rato. La primera parte se me hizo un tanto pesada, pues parece que varias historias se entremezclen entre sí sin acabar de hilarse, aunque al final de esta primera parte las historias confluyen y se llega a una suerte de final feliz (para las diversas parejas de amantes que hay en esta primera parte, que no para Don Quijote).

Es en esta primera parte en la que probablemente se hallen algunas de las escenas icónicas de la novela: los molinos que son gigantes, la quema de la mayoría de los libros del hidalgo, la bacía de barbero que Don Quijote toma por el maravilloso yelmo de Mambrino, la liberación de los galeotes (uno de los cuales reaparecerá en la segunda parte), el manteo de Sancho en la venta que toman por castillo, la moza Maritornes, la imagen platónica de Dulcinea, etc... y etc..., escenas que, si te gusta la buena literatura, seguro que has oído nombrar en algún momento. Pero también hay fragmentos que se hacen un tanto repetitivos, al menos a mi parecer, pues parece que todas las parejas de enamorados separados, doncellas deshonradas y padres vengativos se hayan dado cita en Sierra Morena, la Mancha o alrededores para ajustarse las cuentas o reencontrarse con sus amados.

La segunda parte, en cambio, fluye muchísimo mejor. Cervantes hila una escena tras otra de manera casi perfecta, mete en la trama a personajes de la supuesta segunda parte del Quijote que escribió Avellaneda y convierte a Sancho Panza y a Don Quijote en personajes que se dan cuenta de que son personajes sin dejar de ser, en la ficción, personas reales (por decirlo de alguna manera, no sé si me explico bien). Esto es, simplemente, divertidísimo y muy osado. Y, si me permitís que intercale un pequeña digresión pseudo-política, el hecho de que Don Quijote acabe su trayecto en Barcelona, que conozca a personajes catalanes que en algún momento hablan en catalán, que elogie la belleza de la ciudad y del buen trato que recibe de sus huéspedes, me hace pensar que los políticos deberían de dejar de leer discursos y leer a Cervantes, o a cualquier otro buen autor español, catalán o keniata.

El final del libro creo que es de todos conocido, pero no voy a hacer spoilers. Acaba de manera triste, pero es el mejor final que podía tener un libro como éste. La verdad es que me gustó bastante cuando lo volví a leer hace un año y medio, pero no me atrevería a calificarlo de la "mejor novela jamás escrita". De hecho, creo que hay un buen puñado de novelas que deberían tener ese calificativo, y que la literatura no es una competición, ni mucho menos. Personalmente, he disfrutado más con "La mancha humana", de Philip Roth, o con "Guerra y Paz" de Tolstoi, o "Los hermanos Karamazov" de Dostoievski, o con "Los Buddenbrook" de Thomas Mann. Pero eso es mi simple opinión.

Sí que os diré que el estilo de Cervantes es propio del Siglo de Oro español, es un castellano muy rico y muy elocuente, que da un gran gusto cuando lo lees, especialmente si lo haces en voz alta, pero que, si estás acostumbrado a leer thrillers, o novela romántica, o libros donde a cada página parece que vaya a estallarte el corazón, seguramente no te va a gustar.


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