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La cartuja de Parma, de Stendhal










Hace un par de Sant Jordis me decidí a comprar unos pocos libros usados para amontonarlos en una de las estanterías de mi salón hasta que tuviera, Dios mediante, algo de tiempo para poder devorarlos acompañado de la luz tenue de pantalla de papel que mi ex-mujer compró en el Ikea y que yo me agencié en el momento de nuestra ruptura.

Uno de aquellos libros era "La cartuja de Parma", de Stendhal, uno de los novelistas más importantes de principios del siglo diecinueve francés. La lectura se iba postergando, hasta que, debido a las circunstancias de mi vida cada vez más caótica, he podido leer el libro y ahora vengo aquí, a mi condominio personal, para decir qué me ha parecido dicha novela. Pero ojo, no voy a hacer una crítica literaria, pues mi opinión es sólo eso, una opinión más, ni la mejor ni la más autorizada

A voz de pronto he de decir que me ha gustado bastante, si bien no me ha enganchado como otros libros que he devorado en unas pocas tardes. Supongo que lo primero que hemos de tener en cuenta al juzgar este tipo de libros que hoy llamamos sin pudor alguno "clásicos" es que fueron escritos en un contexto muy diferente al nuestro, en un siglo en el que no había televisión ni cine, ni tan siquiera fotografías, con lo cual las descripciones debían ser minuciosas y las acciones narradas con detalle para que el lector sintiera que realmente se le informaba de lo que estaba sucediendo en la novela
Y por ello hay momentos en que te sientes abrumado, en que parece que la perorata del autor sea irrelevante, pues vivimos en un mundo mucho más instantáneo y rápido que el que le tocó vivir a Stendhal.

Hay varios detalles que quiero comentar, sin hacer demasiados spoilers, para que entendamos hasta qué punto el siglo XIX era, como todos los siglos, un momento de la historia bastante distinto al cual nos encontramos hoy en día. En diversos momentos de la novela parece que lo único que le importe al protagonista sea tener o no tener un pasaporte válido, y joder, es que se lo piden continuamente, porque, al no estar Italia unificada todavía, nuestro héroe Fabricio del Dongo no hace más que entrar y salir de ciudades-estado diferentes de manera continua. A nuestro héroe lo encarcelan, le roban, estudia para obispo, le hace la corte a un montón de mujeres, está a punto de morir diversas veces y incluso comete un delito que no diré para no estropearle a nadie la lectura. Y en todos esos momentos parece que lo único que le importe es el amor de varias damas cuyo nombre no revelaré, porque eso sería spoilear, y no mola.

Resumiendo: a mí me ha gustado, pero si no te gustan las novelas del siglo XIX y parecidas, mejor no lo intentes.




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