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Motivos por los que un novelista (también) debería (o no) leer poesía




Cuando yo era un joven impulsivo y casi imberbe, y el sexo femenino era un completo desconocido para mí, descubrí la poesía de Pablo Neruda y me aficioné sobremanera a leer poemas de los más diversos autores. Al comenzar a escribir en mi blog personal dediqué una entrada a Neruda, y también colgué algunos post con poemas míos. No me considero un buen poeta, a pesar de haber realizado algún curso de poesía y de tener cierta experiencia hilvanando versos. Pero, a pesar de ello, creo que la lectura de poesía de manera habitual conlleva una serie de ventajas -y también de peligros- para todo aspirante a novelista.

1. La poesía ayuda a ensanchar el vocabulario

Esto es tanto una ventaja como un peligro. Cuidado, porque ciertas palabras que en un poema pueden pareceros preciosas, en el contexto de una novela pueden resultar completamente fuera de registro. Es decir, si yo quiero decir que mi mujer se levantó de la cama y su rostro me pareció brillante, no puedo decir que "el rostro de mi amada rieló por encima de las brumas matutinas". Está muy bien que sepas qué quiere decir "rielar" y "bruma", pero en la narrativa es mejor no resultar pretencioso. A ningún lector le interesa lo bien que conoces el significado de palabras cultas y preciosas, de esas que parecen sacadas directamente del diccionario. Normalmente, lo que busca un lector de novelas es una buena dosis de acción, unos buenos personajes, buenas descripciones y un buen pulso narrativo. Si bien es necesario conocer el significado de cuantas más palabras mejor, hemos de ir con cuidado a la hora de colocarlas en un sitio o en otro, especialmente si las utilizamos para formar los diálogos de nuestros personajes. Los diálogos siempre han de sonar naturales sin llegar a ser vulgares, lo cual no siempre es fácil.

2. La poesía ayuda a formar el estilo

Cuidado también con este punto. Hay muy pocos escritores que realmente tengan un estilo increíble, una manera de escribir que puedas reconocer de inmediato, ese sello personal que hace que todas sus obras tengan el mismo aroma inconfundible. Parte del secreto de esos autores radica en su conocimiento de las figuras literarias, que no son ni más ni menos que técnicas sencillas de mejorar un texto haciendo uso de mecanismos propios del lenguaje. Con la poesía podemos aprender a identificar y mejorar nuestras metáforas, sinestesias, comparaciones, anáforas y todo un sinfín de otras figuras literarias, pero cuidadín: lo que es válido en poesía puede no serlo en narrativa. Y, además, hay que tener en cuenta que muchas veces los autores repiten lugares comunes cuando utilizan metáforas o comparaciones que están más gastadas que las suelas de las zapatillas de Forrest Gump. Una buena figura literaria siempre ha de ser original: no me vale decir que "sus ojos eran esmeraldas" para decir que eran verdes, tienes que pensar algo mejor. Ni tampoco puedes decir que "sus dientes eran como perlas", tienes que estrujarte más el coco. Leer poesía ayuda a forjar y formar el estilo de un escritor, pero éste tiene que ir más allá, y arriesgarse a formar sus propias imágenes y sus propio universo de figuras literarias.


3. La poesía ayuda a ser conciso y sutil

Esto es cierto siempre y cuando no leas exclusivamente a los poestas culteranos del barroco español. Góngora te puede gustar o no, pero de conciso y sutil no tenía nada. Normalmente, los poemas son obras más o menos breves en las que se tratan uno o varios temas de manera concisa, sutil o explícita, pero siempre de manera breve. Esto puede ser muy útil para un novelista, pues muchas veces es más importante lo que un narrador no dice en su novela que lo que sí que escribe. En los poemas de los buenos poetas se tratan todos los temas que también se pueden tratar en las novelas de los buenos narradores, pero los poetas lo hacen de una manera mucho más breve y fugaz. Aprender a decirlo todo con unas pocas palabras bien escogidas es mucho más difícil que utilizar varias decenas de páginas para hablar del mismo tema. A veces nos parece que los novelistas escriben a peso, que en su oficio lo importante es escribir obras de cientos de páginas y, aunque no dudo de la dificultad de hacerlo, hemos de aplicarnos el dicho de que "lo bueno, si breve, dos veces bueno", especialmente en nuestro mundo actual en el que las personas nos hemos transformado en consumidores bombardeados contínuamente con información excesiva que satura nuestra capacidad de atención.

Por último, me gustaría decir que, además de los beneficios y peligros que corre un novelista que lea mucha poesía, he de decir que leer a un buen poeta siempre es un gozo, si bien también diré que, en mi opinión, es más difícil juzgar la calidad de la poesía que la de la narrativa.

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